Santiago Diaz
UNMdP | UNDAV | 2014
“En verdad, un orden de perversión ha hecho estallar el orden divino de la integridad: perversión en el mundo de aquí abajo, donde reina una tempestuosa naturaleza exuberante, llena de violaciones, de estupros y de transvestimientos, puesto que son varias almas las que entran en un mismo cuerpo, y que una sola alma posee varios de ellos; perversión de allá arriba, puesto que los alientos ya en sí mismos se mezclan. ¡Dios ya no puede garantizar ninguna identidad!” (DELEUZE, 1994, 293)
El cuerpo es quien posee esa potencia propia que le permite mantener, y producir, la instancia creativa de la perversión en el momento en que genera una distribución nómada de sus elementos, será el caso del cuerpo sin órganos, como límite intensivo de la organización jerárquica de los órganos, que comportará una expresión perversa. La perversión, dice Deleuze, es la potencia activa del cuerpo (DELEUZE, 1994, 282), un cuerpo larvario, que establece una dramática (in)orgánica en un spatium intensivo donde se fluctúa entre las singularidades pre-individuales y las individuaciones impersonales (el esplendor de SE - DELEUZE, 2009b, 18). Es un cuerpo intenso que sostiene activamente esa indiferenciación en la variación afirmativa de las relaciones (DELEUZE, 2005, 130-133), lo que permite dirigir las tendencias relacionales que posibilitan el mantenimiento de las mutaciones diferenciales. Se trata de trazar, en una región de actividad indiferenciada, la pluralidad de ondas de variación que producen la potencia creativa de un cuerpo, que no se piensa sino como un umbral intensivo de fuerzas (DELEUZE, 2002, 47). Esto puede verse en la embriología, donde el huevo, como medio intenso de materias no formadas, establece un plano de consistencia que actualiza un campo problemático virtual, intensivo y real en individuos diferenciados (SAUVAGNARGUES, 2006, 47).
La perversión es la potencia insistente de
una incertidumbre que sostiene cierta experimentación de fuerzas
imperceptibles, anónimas y extranjeras, las cuales no delimitan el cuerpo sino
que lo fuerzan a trazar un nuevo recorrido por sus travesías vitales, por sus
individuaciones impersonales, o mejor a sostener su embriología germinal. La
perversión del cuerpo es la potencia de una vida
no orgánica (DELEUZE, 2009a, 183) que brota rizomáticamente en medio no
sólo de los organismos, sino también del pensamiento, y hace crecer su
condición creativa como el resultado fortuito, como dice Klossowski, de un conjunto de impulsos individuales por
ese intervalo que constituye una vida humana, pero que no aspiran más que a
“desindividuarse” (KLOSSOWSKI, 2009, 38). Esto es lo que se podría denominar la perversión no orgánica del cuerpo
como Heterogénesis Autopoiética. Es
decir, una distribución nómade que despliega un diagrama de criterios
momentáneos y autoregulados, y que acciona operadores de transversalidad
anárquica, de grupuscularidad, de molecularización, de minoración y de desterritorialización
sensible de las afecciones. Entonces el cuerpo se transforma en una máquina abstracta de exploración, conexión y
producción relacional, en tanto multiplicidad activa de vitalidad inorgánica,
que traza una alianza perversa entre el pensamiento, el arte y la vida. Una
alianza contranatura que pretende convertir el cuerpo en una fuerza que no se
reduzca al organismo, tanto como
convertir el pensamiento en una fuerza que no se reduzca a la conciencia (DELEUZE;
PARNET, 1997, 72)[1], donde ya no se sabe si es la pantomima la que piensa o el
pensamiento quien gesticula (DELEUZE,1994, 281). Esto en la voz dramática de
Nietzsche es que por debajo de cada
pensamiento se esconde un afecto (NIETZSCHE, 2008, 53) al igual que todo
acto de pensamiento afirma una potencia afectiva de transvaloración.
Ciertamente, un cuerpo es perversamente crítico
en sus formas experimentales de configurar nuevas experiencias sensibles,
abiertas y polifónicas. El cuerpo no es una unidad orgánica que sintetiza las
experiencias sino una multiplicidad inmanente y relacional que excede los límites
sensibles de los órganos compositivos. En este sentido, se puede pensar en un
cuerpo sólo en el momento en que se abren conexiones a-paralelas, trazados
inciertos de afectos, redes fluctuantes de conceptos. Un cuerpo es crítico en
ese instante donde se tiende hacia la pluralidad de lo nuevo, sus contorciones
y flexiones (DELEUZE,1994, 286) lo transforman en cada giro brusco de su
propio descentramiento, como la serpiente emplumada que diverge entre las
culturas multinaturales del pasado amerindio (Cf. VIVEIROS DE CASTRO, 2010, 25-ss.).
El cuerpo se mueve flexiblemente como un
trazo continuo que dibuja una línea quebrada, de huida y creación vital; entonces
la escritura posee un cuerpo que rodea entre flexiones y gesticulaciones la
sombra de lo abierto, su nebulosa neutralidad se vuelve intensiva en los
márgenes de su densidad. Cuerpo y escritura, un traz(ad)o de intensidades que
abre un mapa de experimentaciones estético-vitales. Rasgar todo plano con un
gesto impregnado de huidas, vaciar el cuerpo de sentido y desprender sus
seguras cavidades, sus puntos de apoyo, sus sostenidas firmezas. Puntos
flotantes y todo se desliza como el movimiento sensible de una escritura que provoca
en sí misma la potencia múltiple de un desahogo incesante. Y el cuerpo se mueve
en esa escritura crítica, perversa, lúdica, que vuelve estética, es decir
creativa, toda forma de pensamiento, y su tensión se abre al juego afirmativo
del azar y la perversa inquietud de una existencia impersonal.
En efecto, el cuerpo se escribe
perversamente en los signos de un juego y una lucha de afectos, como dice
Nietzsche, unidos por raíces ocultas (NIETZSCHE, 2008, 55), que convergen en
un agón fulgurante de fuerzas en
tensión. El cuerpo no deja de “preducir”[2] su
propia minoración, al desprender de sí toda sistemática mecánica, toda
dogmática de los esquemas sensorio-motores que reducen el movimiento al espacio
tanto como el tiempo a una sucesión estatificada de segmentos identitarios. Basta
con referirnos al teatro bunraku[3] o a
la danza butoh[4],
donde un cuerpo fragmentario se
desplaza y dirige a partir de un nuevo mundo de movimientos aberrantes, de
gestos a-significantes, de traz(ad)os impersonales. Toda la potencia de un
instante volcada en el gesto mínimo de un movimiento imperceptible. Una proliferación
de universos de enunciabilidad que producen devenires intensos en el recorrido
vibrante de un gesto inamovible, espectros subyugantes de las formas sensibles
que se desprenden de toda referencialidad para estallar en cuerpos
impredecibles. La danza butoh produce
cuerpos que devuelven una distribución inorgánica de la vida, donde no hay
centro, ni punto de referencia, tan sólo un espacio abierto a la pluralidad
intensiva de las fuerzas que se cruzan… Los cuerpos ya no tienen centro, salvo el de su muerte,
cuando se agotan y se reúnen con la tierra para disolverse en ella. La fuerza
ya no tiene centro precisamente porque es inseparable de su relación con otras
fuerzas… (DELEUZE, 2009c, 192).
La inversión
filosófica, entonces, es trazar en el pensamiento un cuerpo, es decir, una
dramática perversa de los conceptos. El cuerpo en su pluraliversalidad fuerza a
pensar lo impensado. Cada movimiento de pensamiento es un gesto corporante de
acercamiento a la vida no orgánica que soporta la potencia creativa de un
cuerpo. No se trata, dice Deleuze, de hacer comparecer la vida ante las
categorías del pensamiento sino de arrojar el pensamiento a la inmanente
intensidad de la vida. Por eso, pensar es
aprender lo que puede un cuerpo no pensante, su capacidad, sus actitudes y
posturas (DELEUZE, 2009c, 251).
Es por el cuerpo (y ya no por intermedio del cuerpo) que la filosofía y el arte
co-existen como el germen vital del pensamiento (DELEUZE, 2009c, p. 231). Se
trata de devolver al cuerpo su voz, un gesto sonoro que hace audibles fuerzas que no lo son, y alcanzar ese discurso
anterior al cuerpo organizado, anterior a las palabras, anterior al
nombramiento: el nombre, antes del
nombre, y abrir el umbral intenso y productivo de los universos de
enunciabilidad que solo expresan intensidades.
El cuerpo-escritura excede la representación, la
significancia y toda forma de referencialidad; expresa el acontecimiento que se
sitúa en la superficie de las cosas, roza asintóticamente el mundo y le da un
sentido evanescente, el lenguaje de un pensamiento corporante, a-significante e
impersonal. Esto es la cascada de palabras que obliga a estar en soledad como charla incesante en la desintegración
orgánica de un cuerpo fragmentario que aparece en los Happy days beckettianos; esto es ese lenguaje nativo de Amanda Baggs[5]
o el rostro transfigurado de Olivier de Sagazan[6].
Así, la escritura corporante se elabora como un traz(ad)o lúdico de lenguaje
inasible, incluso vacilante, de la expresión impersonal. Esa escritura es una
estética lúdico-perversa de lo fragmentario que hace huir lo personal, lo
significante, lo orgánico, de toda forma dogmática y jerárquica de los modos de
existencia. En definitiva, se trata de pensar la potencia intensiva de la
perversión del cuerpo bajo la expresión de una escritura lúdico-fragmentaria.
DELEUZE, G. Crítica
y clínica. Barcelona: Anagrama, 2009(a).
DELEUZE, G. Diferencia
y repetición. Bs. As.: Amorrortu, 2009(b).
DELEUZE, G. Francis
Bacon. Lógica de la sensación. Madrid: Arena Libros, 2002.
DELEUZE, G. La
Imagen-Tiempo. Estudios sobre cine 2. Bs. As.: Paidós, 2009(c).
DELEUZE, G. La
isla desierta y otros textos. Textos y entrevistas (1953-1974). Valencia:
Pre-Textos, 2005.
DELEUZE, G. Lógica
del sentido. Barcelona: Planeta-De Agostini, 1994.
DELEUZE, G.; PARNET, C. Diálogos. Valencia: Pre-Textos, 1997.
KLOSSOWSKI, P. Nietzsche
y el círculo vicioso. La Plata: Terramar Ediciones, 2009.
NIETZSCHE, F. Fragmentos
Póstumos. Vol. IV (1885-1889). Madrid: Tecnos, 2008.
SAUVAGNARGUES, A. Deleuze. Del animal al arte. Bs. As.: Amorrortu, 2006.
VIVEIROS DE CASTRO, E. Metafísicas caníbales. Líneas de antropología postestructural. Bs.
As.: Katz, 2010.
[1] “Hacerse un
cuerpo sin órganos, encontrar el propio cuerpo sin órganos es la manera de
sustraerse al juicio” (DELEUZE, 2009a, 182)
[2] Conjunción entre producir y
educir, entendiendo la coimplicancia de lo lúdico y lo perverso como algo
diferente de la “producción”, en la cual se mantiene una relación de
posproducción que sigue interviniendo, de manera inmanente, en lo educido. Como
un continuum intensivo, esa embriología germinal que no deja que lo individuado
se pierda en la petrificación de sus virtualidades.
[3] Ningyō jōruri (marionetas
e historias contadas)
[4] Cf. Performance del Imre
Thormann en el templo de Hiyoshi Taisha en Shiga (Japón), realizada en el
verano de 2006. La música en vivo a cargo del pianista de jazz Nik Baertsch y
su banda "Mobile" http://www.youtube.com/watch?v=9ms7MGs2Nh8
[5] Amanda Baggs, “In my language”. http://www.youtube.com/watch?v=JnylM1hI2jc Cf. DELEUZE, 2009a, p. 89-97; 150-159.